
Los seres humanos nos protejemos con máscaras de soberbia que impiden que mostremos nuestro verdadero ser
CDMX, 22/7/2018. Me costó mucho trabajo llegar este día a Janalaida para unirme al festejo de Ramavajan por sus sesenta años (tuve que dejar a mi familia en el puerto de Veracruz e iniciar un largo trayecto hacia el norte del Estado). Finalmente, nos reunimos cinco de los miembros “fundadores” de Gudai-Shambhala alrededor de una nutrida parrillada donde degustamos exquisitos cortes del ganado que se produce en esa zona. La idea era efectuar una importante meditación festejando este memorable día; en dicho encuentro participó Nelluuz, Jorge (el vaquero), la hija de Ramavajan, nuestro líder y un servidor (Sharover). También estuvo Joel, uno de los socios de nuestro líder en la siembra de sandía en su terruño. Antes de la concentración nos pusimos “a tono” con cerveza y tequila acompañado con bebida de piña.
En el camino me dieron el mensaje (con las placas), de que teníamos que limpiar una energía de maldad que nos habían puesto seres extraterrestres. Nelluuz confirmó que teníamos estos enlaces y que había que quitarlos. Mientras la hija de Ramavajan discutía con el vaquero Jorge acerca del ganado (que no estaba ganando el peso suficiente), ya con la influencia de los alcoholes, el vaquero se quejó con nosotros de que a él le tocó recibir los golpes más fuertes de la misión. Ramavajan le explicó que ambos, él y Jorge, eran guerreros y que se enfrentaban a los peligros a golpes, sin miedo, confrontando a adversarios de todos los tamaños sin chistar. En eso le expliqué a Jorge la importancia de Janalaida y cómo él era una pieza importante en nuestro cometido. Que este sitio era de vital importancia para el mundo y más allá de las fronteras.
Para iniciar el trabajo, cerramos los ojos, respiramos hondo y Nelluuz comenzó a hablar en lengua sagrada (ella nos explicaría al terminar lo que estaba diciendo: que todos debemos trabajar en equipo, como una unidad; también se refirió —en ese lenguaje ininteligible para el común de los mortales— lo que nos estuvo diciendo a cada uno de nosotros durante la meditación —cómo tenemos que actuar, siempre con fe inquebrantable, no dudar jamás, para que las cosas se den como deben darse). También explicó que tenemos que ser muy pacientes y sobre todo no decretar la pobreza —refiriéndose en específico a las veces en las que nuestro líder, al contactarse con el espíritu asceta de San Francisco, se expresa de ese modo, de manera inconsciente.
En resumen fue una sesión de mucha cordialidad, donde festejamos muy alegres las seis décadas de nuestro líder. Al día siguiente, salí de regreso rumbo a Veracruz, pero me equivoqué y tomé la carretera rápida a CDMX. Mefistófeles se enojó mucho, ya que la obligué a que tomara un autobús de regreso a casa (ella, que es una princesa digna de ir en carroza de oro todo el tiempo). Cuando fui a la terminal de 100 metros a recogerla, pude arreglar un poco la situación. Ella ha sido muy grosera conmigo durante nuestra misión; pero el objetivo de limpiarnos varios enlaces malignos (con los que ella seguramente estaba involucrada) había sido logrado con éxito.