
Los seres humanos nos protejemos con máscaras de soberbia que impiden que mostremos nuestro verdadero ser
CDMX, 13/12/2017. La plática con Ramavajan comenzó con la historia de una conocida suya —quien estaba involucrada en negocios turbios con su marido. Llegó a tener mucho dinero —aclaró nuestro líder; se hizo de propiedades, barcos, incluso tiene unos cuadros donde ella es quien aparece retratada. ¿Pero su riqueza es real? —cuestionó; después de algún tiempo, ellos se quedaron sin nada; el marido cometió un error, dejó de pagar a tiempo a sus patrones y, en un intento por salvar a su familia, se quitó la vida. Pero la madre y sus hijos se quedaron sin un peso. Entonces, ¿ellos realmente poseían algo? ¿alguna vez llegaron a tener opulencia? No realmente —le respondí; todo fue un engaño, se engañaron a sí mismos —afirmé. Pues algo similar ocurre con la gente del camino oscuro: reciben autos, casas, terrenos pero, en realidad, nada de eso les pertenece. Como te dije en otras ocasiones, son dueños, pero no patrones. Es una paradoja, pero eso es lo que les está sucediendo —explicó.
Allí es donde nos hemos confundido en esta vida; a pesar de todas las limpiezas de energías negativas que hemos tenido en doce años, aún creemos que somos pobres —reflexionó. Tenemos que ver las cosas como son en realidad; tú vienes a tomarte un café, podemos platicar, hacemos bromas. ¿Los del camino contrario crees que pueden sentarse así, a tomarse tranquilamente un cafecito? No, no pueden. Siguen haciendo crecer su cuenta en el banco y siguen ocupados en sus negocios turbios pero, la verdad, esos recursos –por numerosos que sean—, no los pueden destinar a lo que ellos quieren, no son de ellos, de su propiedad. Lo mismo ocurre en la serie de TV que estoy viendo, la de Pablo Escobar; él tenía cientos de propiedades, pero sólo podía quedarse muy poco tiempo en ellas; debía esconderse, moverse de un lugar a otro, porque ya lo querían matar debido a todo el daño que hizo a los demás para mantenerse hasta arriba —expresó.
Pero entonces no era libre, no controlaba su libertad —le dije. No, pero tampoco era patrón; esto que te estoy diciendo es difícil de creer. ¿Y cuál es la energía que les está produciendo ese engaño, esa esclavitud? —me apresuré a preguntarle. Esa emoción basura tiene un nombre… me dicen los Maestros que es la codicia, la avidez por tener más y más. Es una apetencia insaciable, quieren ser poderosos, controlar grupos criminales, incluso muchos "grandes" empresarios han logrado su riqueza con base en el sometimiento de los demás, al obligarlos a trabajar por un salario miserable. Entonces le platiqué de la película Gold, basada en la vida real, en donde un empresario cae en un engaño debido a su codicia por el oro (su socio lo engaña sembrando oro en polvo en las muestras que enviaban a los laboratorios, para hacer creer a los inversionistas que tenían una mina de oro gigantesca en Indonesia). En ese momento me interrumpió Ramavajan: eso es lo que nos hace falta, tener codicia, pero una codicia buena; no dejarnos llevar por la avaricia, sino tener un freno. Me está llegando este mensaje, pero no sé si convenga hacerlo —se cuestionó.
Continué hablando de "Gold": McConaughey se había vuelto loco, se creía multimillonario con todo el oro que supuestamente había descubierto; las acciones de su compañía se fueron a los cielos; en un instante se había hecho multimillonario pero, en realidad, no era dueño de nada, todo era una ilusión. Es otro que llegó a creerse Dios, como lo pensaba el anticristo —interrumpió Ramavajan y dijo: pues mira, todas esas supuestas riquezas en realidad no existen. Ambos tenemos hermanos con mucho dinero; siempre creí que mis familiares eran multimillonarios y tú también; pero a la luz de lo que nos han dicho, nos damos cuenta que nosotros valemos más; así es, el dinero sólo existe en esta realidad efímera; por lo tanto, no tiene esencia. Te mueres y no te llevas ninguna propiedad, por eso ninguna de estas riquezas existe. Me están diciendo los Maestros que, al morir, sólo te llevas el crecimiento espiritual, o tu karma —las deudas que generaste en vida. Me doy cuenta que nuestra tranquilidad vale más que todo el dinero que pueda tener alguien; a menudo ese recurso, en lugar de darte alegría, te llena de compromisos, pendientes y problemas —aseveró.
Nuestro líder insistió: he visto que varias personas quienes poseen mucho dinero se la pasan medicándose, tomándose antidepresivos o en hospitales; por años nosotros pensábamos que estábamos mal, que íbamos en el camino equivocado, ya que parecía que los demás nos estaban "ganando" y que la situación iba mal para nosotros; sin embargo, en realidad hemos hecho todo bien; con la salud tenemos más riqueza de lo que parece. ¡Mira nada más! Quién lo iba a pensar, todas las tardes, cuando te vas a casa a descansar, vas tranquilo, sin las presiones que tienen que soportar los amos del dinero; eso vale muchísimo. Y como dice un anuncio, hay cosas que no tienen precio, y una de esas cosas es la libertad. Sí, es cierto que muchas veces nos preocupamos porque nos hace falta “una lanita” pero, a final de cuentas, Dios nos da todo, y los seres del camino oscuro no pueden vivir tan bien como nosotros; soportan muchas intranquilidades; ellos no tienen en su interior la energía que te da la calma y que la hemos generado en estos años de trabajo. ¿Te das cuenta cómo deben estar ahorita esos millonarios? Viven trabajando a todo lo que da, muy presionados, ya que el dinero en este mundo produce presión; siempre hay que generar más y más; ésa es la ley de la codicia mala.
Recapacitando, nuestro líder me cuestionó: en resumidas cuentas, ¿quién es más feliz, Sharover, y quién tiene más? y le respondí: nosotros. Reaccionó: pues sí, porque la gente del camino oscuro nada les pertenece; ellos generan cuentas pendientes –lo que hemos dicho—, sus pactos satánicos y sus compromisos con los demonios son presiones adicionales que les restan vida y tranquilidad. Muchos millonarios tienen la existencia que ellos deseaban, pero no la vida que esperaban —sentenció.
Y al no tener una vida tranquila a pesar de todos sus recursos —continuó nuestro líder, ellos se convierten en siervos, en esclavos de los designios del dinero. En la serie que estoy viendo, allá en Colombia dicen que, por más que un narcotraficante tenga oro y joyas, en realidad no deja de ser un "lava perros" de quien está más arriba. Entonces le dicen a los pseudo-líderes: "no quiero hablar contigo, con el lava perros, comunícame con el patrón". Y como en el mundo del dinero siempre hay alguien arriba de ti, siempre quieren tener más; nunca se quedan satisfechos. Esto mismo es lo que le sucede en estos momentos al presidente Donald Trump; él sirve a otros intereses; creyó que, al hacerse el mandamás de una de las naciones más poderosas, sería jefe, patrón, pero descubrió que en realidad esto no es así; simplemente es un esclavo. Y como se da cuenta, le da coraje y quiere hacerse ver como el número uno; pretende someter a todos haciéndolos menos; sin embargo, la realidad es que es sólo otro lava perros, otro títere del mundo de la codicia en que vivimos, y eso no le gusta para nada —explicó.
Aparte, en mi familia, los ricos se juntaban sólo con los ricos —aclaró Ramavajan. A mí nadie me hablaba, nadie me invitaba a sus reuniones; porque creían que yo era el pobre… ¡cuando en realidad soy el rico, soy quien puede disfrutar de la vida! No cabe duda de que no sabemos la importancia de lo que tenemos. Ambos no dejábamos de asombrarnos por los descubrimientos que estábamos haciendo.
Este mundo es una pirámide de promesas —explicó nuestro líder. Te hacen creer que, al final del día, vas a recibir millones y que eso te va a hacer sentir muy feliz. Es como cuando me enfrenté a Tom Cruise; él comenzó a arrojarme los muebles de utilería de aquel recinto; en el primer instante me "apantalló", pero todo era mentira… Ese Tom Cruz sabe que, quien le quitó su éxito, quien le metió la energía alfa del Cristo fui yo, y eso le "dio en la torre". Mucha gente sabe que, quien está generando los cambios al camino del mal, soy yo; y ese actor famoso —quien se sentía líder de la Cienciología, estuvo a punto de salirse de dicha secta que maneja mucho poder; seguro se dijo a sí mismo: "aquí son las ligas mayores, me están atacando unos demonios con muchísima energía" —y nos reímos. Entonces se acordó de otros trabajos, como el que le hizo a Mel Gibson.
Pregunté a los Maestros: ¿la codicia es un imán para el dinero? y le respondieron que sí. ¿Qué tipo de codicia necesitamos para tener más dinero? —sólo hay un tipo de codicia, respondió Ramavajan. ¿Está contaminada? —volví a inquirir. No, lo que pasa es que la codicia es un sentimiento muy fuerte y, si no lo sabes controlar, te puede llevar a la locura. Es un sentimiento que va creciendo y creciendo hasta que se convierte en una avalancha. Entonces tienes que saber manejarla, porque te puede conducir a la soberbia; me dicen que la codicia produce una soberbia espeluznante (esa palabra utilizaron). Y esa energía nos lleva a creer que nosotros somos los Creadores (que somos Dios), que es lo que le ocurre a muchos millonarios actualmente en el mundo. Empiezan a lograr tantas cosas (materiales) que, al rato, inconscientemente, generan que todo el mundo se les ponga en contra. Se sienten intocables, pero… y en eso lo interrumpí: nos han dicho los Maestros que castigan severamente la soberbia. Sí —aceptó Ramavajan; la codicia conduce a la soberbia, pero ya depende de hacia dónde la muevas. Puedes tener soberbia en la religión, en el dinero, o puedes codiciar a una mujer, que es algo que pasa muy frecuentemente.
Y también puedes codiciar la superioridad de la mente —puse el ejemplo de mi jefe; conozco a una persona que se siente con un IQ de doscientos puntos y piensa que es un genio —aunque en realidad se la pasa cometiendo muchos errores. Pues imagínate: si tiene codicia por las mujeres y a eso le sumas la codicia por el dinero y el poder, en realidad esa persona tiene tres codicias —respondió nuestro líder; y trata de luchar contra tres codicias tú solo, se te hace un problema muy grande; esas emociones se apoderan de ti. Ve tu espejo con tres columnas —y en ese momento puse cara de extrañado. Yo tampoco estoy entendiendo lo que me dicen; a ver, tú no tienes columnas; codiciamos dinero porque no lo tenemos, pero no manejamos una codicia enfermiza. Y añadí: más bien nuestros Guías Espirituales no nos han dejado tener codicia. También eso es cierto —aceptó Ramavajan. Pero tu director tiene que luchar contra tres sentimientos de codicia diferentes y no están separados el uno del otro; esas "columnas" son elementos de su ser que, en la parte superior del cuerpo, se empiezan a entrelazar; al amarrarse unas con las otras, esas avideces comienzan a generar más energía problemática y más sentimientos; se producen muchos problemas. Y los Maestros le dijeron: porque la codicia es una enfermedad.
En otras ocasiones nos dijeron que, para tener mayores recursos económicos, teníamos que tener más soberbia. Por eso, tratándose de la codicia —que es una energía muy presente en nuestro mundo—, pregunté: ¿existe la codicia sana? Me están diciendo que no —respondió Ramavajan. Entonces, ¿cómo vamos a poder hacer dinero aquí? Y nuestro líder dijo: tenemos que buscarle la forma; hay que buscar una codicia buena. Y le dije: ¿cómo podríamos controlar la codicia? No se puede controlar —contestó; primero tenemos que agarrar esa energía, pero acuérdate que te lleva a la locura; al parecer, existe un hilo delgado, muy delgado; dentro del mismo cable donde están enredadas las codicias, hay un hilito de energía, ése es el bueno, pero hay que saberlo agarrar. Sí le vamos a descubrir, porque ya estamos con esto, en esta parte de nuestro proceso.
Entonces le recordé a Ramavajan: Saint Germain tenía mucha riqueza, ¿manejaba ese hilito? Recuerda que en una ocasión te quitó tu imperio. No, él no me lo quitó —reaccionó nuestro líder, se lo dio a mi tío; pero ya lo estoy perdonando por eso. Pero sí tenía mucho dinero. Me está diciendo el Maestro Ascendido que él sí pudo tomar ese hilo y con él generó muchos recursos, ¿pero por qué crees que se volvió del camino blanco? Me está llegado un mensaje… Merlín se convirtió en Saint Germain porque se dio cuenta de que no había nada; es decir, el dinero está vacío, no tiene esencia. La codicia está hueca, no existe. No había razón para seguir generando karma en el camino oscuro —dijo para mi asombro. Entonces ¿la codicia es irreal? —musité. Saint Germain me dice que así es… pero entonces ¿por qué nosotros tenemos que tener codicia para tener dinero? —cuestionó el vencedor del armagedón.
Ramavajan se quedó pensativo: como que la codicia…. hay algo de ella… la podemos jalar para tener dinero sin meternos en problemas, a ver si lo puedo explicar. Haz de cuenta que existe una codicia buena y una mala, pero la mala te lleva al desgaste, a la muerte y la degradación. Y la parte buena de la codicia te lleva a surgir, a emerger, al progreso. Con la codicia vas caminando sobre el filo de una navaja y, donde te falle tantito, caes al camino incorrecto. Ahora estoy entendiendo por qué hago varias cosas a la vez, es porque así puedo tener el control de mis emociones para evitar caer en la codicia mala.
De pronto comenzamos a platicar de otras cosas: la perfección es el amor —le dijeron a nuestro líder. Todos estamos buscando la perfección pero, desde la perspectiva de la matrix, nada es real; entonces ¿qué estamos buscando realmente? Todo es efímero; siendo estrictos, la perfección en nuestro mundo no existe. Y le llegó esta imagen: cuando nos vayamos de este mundo, nos van a recibir como héroes; vamos a poder viajar por todo el universo sin problema alguno, sin escoltas, sin nada.
Recordamos cómo han sido estos años para nosotros: en el futuro viviremos sin miedos —continuó nuestro líder; hemos estado haciendo todo "por debajo", a escondidas; incluso llegamos a este mundo agazapados en un vehículo; es decir, tuvimos que llegar a gatas. Y aquí todo estaba al revés. Le comenté: sin embargo, tanto sufrimiento también ayudó a que la gente avanzara espiritualmente. ¿Y para qué se hizo todo este jueguito?, el querer que toda esta bola de demonios se eleve espiritualmente, ¿cuál es la finalidad? —me interrumpió cuestionándome; lo único que se me ocurrió decir fue: para que puedan estar más cerca de Dios, que suban en el camino espiritual, pero él insistió: ¿y nosotros qué vamos a ganar si estos malvados llegan más cerca de Dios? No sé, dime de qué sirve —se puso filosófico y no sabía cómo responder.
No sé qué tan relevante sea esto para ti pero, por la difícil situación que había instaurado el anticristo, todo estaba descompuesto, todo el mecanismo; le había metido un virus a la matrix, una malaria —le expliqué, vehemente. Tuviste que venir aquí para quitar ese virus, acabar con el maligno, destruir toda esa complicación que había puesto Ilsravé. ¿Se habrá salido todo de control? —reaccionó. Sí, recuerda que nos dijeron que Ilsravé quería sacar a Dios del universo y lo estaba logrando —le informé para que recordara su motivo de venir aquí. ¿Ah sí? –no me acordaba de eso. ¿Fue por ese motivo que llegué tan enojado? —inquirió, y le dije: sí; dijeron que tú eres un ser antagónico al mal. Dejó una pausa larga y dijo: me pongo a pensar en la complejidad de nuestro cometido y digo (refiriéndose al orbe) es una porquería todo esto (y se rio). Lo bueno es que, esta difícil tarea, ya la estamos desenmarañando —afirmó.
Continué expresándole mi idea sobre cómo fue creado el universo: al mismo tiempo que el anticristo generó mucho sufrimiento, también generó obstrucción; el objetivo de la Creación Divina era que las personas pudiésemos evolucionar espiritualmente y regresar a Dios —le confié. Los judíos tienen ese conocimiento; al inicio Dios se "desdobló", se negó a sí mismo para poder crearnos. Hubo una explosión (el "Big Bang") y las ánimas salimos disparadas por el Universo, pero nos sentíamos alejadas de nuestro hogar, que es Dios. El objetivo de todo este proceso de crecimiento es ir regresando a nuestro origen, a la Fuente —le expliqué, pero reaccionó: a ver, a ver, regrésamela; vuélvemelo a explicar otra vez, pero más despacio y después de que le compartí mi versión de la cosmogonía, me pidió: ¿me lo puedes volver a explicar mañana? Y quedé en hacerlo, así que nos despedimos, ya que se hacía de noche.